NO ME DIJES, SEÑOR, EN EL DESIERTO…


Dame el agua, Señor, de tu pureza,
que ando sucio del barro del camino;
dame un poco, Señor, del sacro vino,
que ando muerto, reseco de vileza.

Sopla un poco, Señor, en mi cabeza,
que ando turbio de tanto desatino.
Dame un rayo de luz de tu divino
imperio de bonanza y belleza...

No me dejes, Señor, en el desierto,
donde el agua de amor es tan escasa
que se mustia mi vida de secura...

Condúceme, mi Dios, al almo huerto,
al tibio calorcillo de tu casa…
¡Quiero hundirme en Tus Fuentes de Ternura!…




Paco Mollá